El mar de las dudas
El despertar de Jack ese primer domingo de septiembre fue especial.
Muchas cosas habían salido mal en el pasado. Cada día era más consciente de los errores que había venido cometiendo en el pasado. Una serie de decisiones que le habían ido conduciendo cuesta abajo por un camino de desilusión y tristeza. Muchas cosas había abandonado por el camino por decisión propia, y otras las había perdido sin darse cuenta o siendo consciente y asumiendo su pérdida. Lamentablemente los hechos parecían venir a confirmar su intuición y ahora sabía que racionalmente se había equivocado.
No obstante, no se arrepentía de nada. O mejor dicho, se arrepentía menos de lo que había hecho que lo que se arrepentiría en el caso de no haberlo llevado a cabo. Había ganado el ímpetu, la conciencia, el amor propio y el espíritu de aventura y de superación, a la parte racional que le animaba a no abandonar su posición segura, esa que ahora echaba de menos.
De todas formas la caída en el abismo no había sido inutil. Había descubierto que en realidad no era un niño normal. Había descubierto que era un dragón y que esa era la causa de sus habilidades piroquinéticas que le habían conducido a causar no pocos daños en las cosas y a las personas que le rodeaban. Por eso este primer domingo de septiembre era especial. Había muy pocas cosas que tenía claras, pero desde luego una sí que veía con claridad meridiana. Si conseguía aprender a transformarse en dragón y a controlar el manejo de su fuego, la batalla contra las serpientes aladas estaría ya medio ganada.
Estaba sumido en un mar de dudas, y en una situación a la que no había querido llegar. Sólamente el esfuerzo, el entrenamiento, la autodisciplina y el aprender a tomar las decisiones acertadas y a aprovechar las oportunidades podrían llevarle de nuevo al camino correcto. Sabía que el camino era largo y duro. Pero también sabía que ya había tocado fondo y a partir de hoy el camino sólo podía ser de subida. Por eso esa mañana se producía el comienzo de una nueva etapa en su vida...
Muchas cosas habían salido mal en el pasado. Cada día era más consciente de los errores que había venido cometiendo en el pasado. Una serie de decisiones que le habían ido conduciendo cuesta abajo por un camino de desilusión y tristeza. Muchas cosas había abandonado por el camino por decisión propia, y otras las había perdido sin darse cuenta o siendo consciente y asumiendo su pérdida. Lamentablemente los hechos parecían venir a confirmar su intuición y ahora sabía que racionalmente se había equivocado.
No obstante, no se arrepentía de nada. O mejor dicho, se arrepentía menos de lo que había hecho que lo que se arrepentiría en el caso de no haberlo llevado a cabo. Había ganado el ímpetu, la conciencia, el amor propio y el espíritu de aventura y de superación, a la parte racional que le animaba a no abandonar su posición segura, esa que ahora echaba de menos.
De todas formas la caída en el abismo no había sido inutil. Había descubierto que en realidad no era un niño normal. Había descubierto que era un dragón y que esa era la causa de sus habilidades piroquinéticas que le habían conducido a causar no pocos daños en las cosas y a las personas que le rodeaban. Por eso este primer domingo de septiembre era especial. Había muy pocas cosas que tenía claras, pero desde luego una sí que veía con claridad meridiana. Si conseguía aprender a transformarse en dragón y a controlar el manejo de su fuego, la batalla contra las serpientes aladas estaría ya medio ganada.
Estaba sumido en un mar de dudas, y en una situación a la que no había querido llegar. Sólamente el esfuerzo, el entrenamiento, la autodisciplina y el aprender a tomar las decisiones acertadas y a aprovechar las oportunidades podrían llevarle de nuevo al camino correcto. Sabía que el camino era largo y duro. Pero también sabía que ya había tocado fondo y a partir de hoy el camino sólo podía ser de subida. Por eso esa mañana se producía el comienzo de una nueva etapa en su vida...

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