09 septiembre 2006

La noche de los girasoles

Dos espeleólogos, un pueblo, una cueva. La mujer de uno de ellos. El agresor.

Este es el punto de partida para una historia de acontecimientos sobrevenidos. Los personajes se ven arrastrados por la realidad a situaciones en las que nunca se hubieran imaginado verse envueltos. Una agresión sexual se convierte en una represalia contra el hombre equivocado.

El guardia civil. El caimán. El loco.

La tranquila, rutinaria, aburrida vida se ve alterada por hechos inesperados. Situaciones con las que ninguno desearía encontrarse. El momento equivocado en el lugar equivocado. Y la vida cambia de forma radical y dramática. El miedo y la vergüenza transforman los hechos trágicos en dramáticos. Las expectativas de cambiar de vida provocan que los hechos dramáticos se transformen en absurdos. El accidente se transforma en crimen.

El cabo. La hija

Un sueño, el más simple y frecuente, la felicidad. Una vida modesta, tranquila, cuidando de los suyos en su pueblo natal. La razón. y un destino que sólo los demás pueden cambiar. Y los acontecimientos se precipitan, buscando la manera de robarles su felicidad. Pero no será tan fácil. La felicidad de una hija es capaz de enterrar la lógica y la justicia.

Ninguno lo ha buscado y todos han perdido. Nadie tiene la culpa, y en realidad, cada uno tiene parte de la suya. Cargan ahora un secreto inconfesable que arrastrarán de por vida. Vidas con la conciencia arruinada, que costará recuperar.

Sólo uno está tranquilo. El agresor es el único que no ha salido de su rutina. El causante de todo es el único que tiene la conciencia tranquila. Ignorante de todo, sólo ha tenido un mal día.

Una especie de efecto mariposa, una jugada del destino para cada uno de los personajes, que los lleva a una desgraciada situación de la que involuntariamente han sido parte. Sin culpa alguna, sólo por estar en el lugar incorrecto en el momento equivocado.

03 septiembre 2006

El mar de las dudas

El despertar de Jack ese primer domingo de septiembre fue especial.

Muchas cosas habían salido mal en el pasado. Cada día era más consciente de los errores que había venido cometiendo en el pasado. Una serie de decisiones que le habían ido conduciendo cuesta abajo por un camino de desilusión y tristeza. Muchas cosas había abandonado por el camino por decisión propia, y otras las había perdido sin darse cuenta o siendo consciente y asumiendo su pérdida. Lamentablemente los hechos parecían venir a confirmar su intuición y ahora sabía que racionalmente se había equivocado.

No obstante, no se arrepentía de nada. O mejor dicho, se arrepentía menos de lo que había hecho que lo que se arrepentiría en el caso de no haberlo llevado a cabo. Había ganado el ímpetu, la conciencia, el amor propio y el espíritu de aventura y de superación, a la parte racional que le animaba a no abandonar su posición segura, esa que ahora echaba de menos.

De todas formas la caída en el abismo no había sido inutil. Había descubierto que en realidad no era un niño normal. Había descubierto que era un dragón y que esa era la causa de sus habilidades piroquinéticas que le habían conducido a causar no pocos daños en las cosas y a las personas que le rodeaban. Por eso este primer domingo de septiembre era especial. Había muy pocas cosas que tenía claras, pero desde luego una sí que veía con claridad meridiana. Si conseguía aprender a transformarse en dragón y a controlar el manejo de su fuego, la batalla contra las serpientes aladas estaría ya medio ganada.

Estaba sumido en un mar de dudas, y en una situación a la que no había querido llegar. Sólamente el esfuerzo, el entrenamiento, la autodisciplina y el aprender a tomar las decisiones acertadas y a aprovechar las oportunidades podrían llevarle de nuevo al camino correcto. Sabía que el camino era largo y duro. Pero también sabía que ya había tocado fondo y a partir de hoy el camino sólo podía ser de subida. Por eso esa mañana se producía el comienzo de una nueva etapa en su vida...